Crisis en Rusia La inflación y la recesión ponen a Rusia al borde del colapso El fantasma de la crisis de 1998 ha dejado de ser tal para convertirse en una realidad que amenaza con arrojar a la economía rusa a un colapso aún peor al que soportó ese país hace 16 años. En menos de tres semanas, el rublo se ha desplomado casi un 50% frente al dólar, pasando de unas 50 unidades a alrededor de 75 por billete verde, empujado por la caída del precio del petróleo, la fuga de capitales y la creciente recesión económica.
El derrumbe del precio del crudo, que en los últimos seis meses se hundió un 50%, actuó como el acelerador de una crisis que se venía gestando a lo largo del último año y que se expresó en la masiva salida de capitales (134.000 millones de dólares en 2014) y un rápido deterioro del balance comercial y de la economía en su conjunto.
En un país cuyos presupuesto depende en un 50% de los ingresos energéticos y sus exportaciones provienen en sus dos tercios del petróleo y del gas, la caída del barril de crudo a la mitad del valor que tenía hace menos de medio año tipifica un cuadro catastrófico.
No otra cosa traduce la corrida contra el rublo protagonizada esta semana por los grandes capitales y los ahorristas rusos, quienes desde el pasado martes han "asaltado" los bancos en busca de dólares y euros para proteger sus riquezas y ahorros ante el imparable deterioro del rublo como reserva de valor.
El martes pasado, el Banco Central de Rusia intervino con 2.000 millones de dólares para parar la caída de la moneda.
El fracaso completo de esta tentativa lo empujó a subir la tasa de interés del 10% al 17%, una medida excepcional que tipifica la gravedad de la crisis, e inmediatamente después anunció un nuevo fondo de intervención, esta vez de 7.000 millones de dólares.
Así, el jueves, el rublo recuperó casi un 10% de su valor, recortando una devaluación en los últimos tres meses del 60% al 50%, a una paridad de 72 rublos por dólar.
La profundidad y la velocidad de la crisis financiera desatada superó completamente las previsiones de las autoridades económicas rusas y también de analistas internacionales, quienes confiaban en el valor disuasivo de las reservas internacionales del país, que rondan los 350.000 millones de dólares.
Bien mirado, el fracaso tiene razones claras. Los componentes principales de la presente crisis de Rusia son, como siempre, de carácter estructural con manifestaciones coyunturales que han desatado el vendaval que azota a todo el país.
Las sanciones económicas aplicadas por Estados Unidos y Europa al Kremlin en el marco de la disputa que enfrenta a Occidente y Rusia en Ucrania, han socavado a lo largo del año el comercio exterior del país y le han cerrado el acceso al endeudamiento externo.
La aceleración de la fuga de capitales, ya en marcha desde el año pasado por los primeros síntomas de fatiga económica, fue el resultado directo de esas sanciones, lo cual repercutió en un crecimiento menor que ya se ha convertido en recesión abierta.
El otro elemento central del proceso, y que sirve para explicar porque las elevadas reservas internacionales no alcanzan para frenar el desbarranque actual, es el elevado grado de endeudamiento de las empresas estatales y de los bancos con el extranjero.
Esa deuda, que es superior a los 600.000 millones de dólares y que tiene como protagonistas a las grandes firmas energéticas estatales, Gazprom y Rosneft, implica también al Estado que actúa como garantía de bonos emitidos sobre todo por la segunda firma.
El entrelazamiento de bancos y empresas públicas con el poder encarnado por el presidente Vladimir Putin han dado como resultado un clima político de incertidumbre y desconfianza, que se ha ido agravando a medida que las sanciones, la caída del crudo y la recesión avanzaban.
Ahora, todos estos elementos se han unido para crear no sólo una enorme desestructuración del régimen económico, sino también un principio de cuestionamiento al propio Putin convertido, a ojos de la oposición y de un sector popular, como el culpable de la crisis.
Con una tasa de inflación del 9,1% y un retroceso de la economía del 4,5% para todo 2014, el derrumbe del rublo y el principio de corrida bancaria de esta semana ha llevado a grandes empresas internacionales a cesar sus ventas al público.
La falta de claridad sobre el valor del rublo es la causa de esta decisión de firmas de electrodomésticos, muebles, alimentos, indumentaria y otros rubros, que dejaron de vender para proceder a una remarcación de precios.
Esto conducirá de manera inmediata a una inflación mayor que ya mismo está recortando enormemente el poder de compra de los asalariados y de la población en general, que ven como sus ingresos caen rápidamente y de manera significativa, de acuerdo a los testimonios recogidos en Moscú en la última semana.
A su turno, la caída del consumo agravará la recesión cuya duración fue estimada en dos años por Putin el viernes pasado, creando así un complejo cuadro de retroceso del PIB combinado con alta inflación, el peor cóctel para la estabilidad del gobierno.
Por su parte, Estados Unidos y Europa han deslizado esta semana que estarían dispuestos a reconsiderar la aplicación de las sanciones económicas siempre y cuando Putin revea su política en Ucrania.
Sin demasiada precisión, el Kremlin ha dicho a través de su ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, que Rusia no insistirá en la "federalización" de Ucrania, al tiempo que Putin ha dejado de lado la expresión "Nueva Rusia" para referirse al vecino país para utilizar la de "Ucrania oriental".
Con poco tiempo para actuar a los fines de evitar una crisis mayor, la cúpula del Kremlin debate en estas horas con el establishment económico cómo proceder a un giro fundamental que evite que la encrucijada actual se convierta en un colapso en toda regla. Telam.com.ar
Sábado, 20 de diciembre de 2014
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