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Economía Lo que le faltó al paquete de reformas anunciado por Macri
El Presidente reconoció la escasa capacidad exportadora de la Argentina, pero no enunció medidas para revertirla en un futuro cercano.
No hay manera de salir de la pobreza si la Argentina no se convierte en un país exportador. Textualmente, eso lo afirmó Mauricio Macri en el discurso del lunes pasado en el Centro Cultural Kirchner. Aunque fue una frase que pasó de largo en todas las coberturas periodísticas y no fue rescatada por ninguno de los muchos análisis que se realizaron, encierra una gran verdad y pone el foco en uno de los grandes problemas estructurales que tiene el país: su escasa capacidad exportadora y el muy limitado optimismo de que eso pueda mejorar considerablemente en un futuro cercano.
Macri dijo esa gran verdad pero en los proyectos que sucedieron al discurso conceptual del Presidente hay muy poco que apunte a que el país pueda incrementar sus ventas al exterior de manera significativa.
La Argentina arrastra cuatro años de exportaciones en retroceso o estancadas: en el trienio 2015-2017 las exportaciones anuales fueron un 30 por ciento inferiores a las de 2013. La paupérrima performance se aprecia en la siguiente comparación: la Argentina exporta menos de 1.500 dólares anuales per cápita, México más del doble, Chile y Estados Unidos alrededor del triple, Australia 11.000 dólares y Noruega veinte veces más.
Para peor, la debilidad exportadora y la brusca caída es parte de un cuadro global que presenta saldo negativo en la balanza comercial, creciente déficit de cuenta corriente por el peso del pago de intereses, gastos en viajes y turismo, remisión de utilidades y de regalías, y de un incesante e intenso atesoramiento de divisas por parte de los ahorristas. Un desequilibrio externo que viene siendo compensado con los dólares del endeudamiento, fundamentalmente público y algo del sector privado. Una solución facilitada por la liviana herencia kirchnerista en ese rubro, pero que todos saben tiene vida corta.
Argentina exporta menos de USD 1.500 dólares anuales per cápita, Chile y Estados Unidos alrededor del triple.
La lógica que subyace en la frase de Macri es muy elemental. Para bajar la pobreza es indispensable que la economía crezca; para que ello ocurra el país necesita más insumos y bienes de capital importados; si las exportaciones no acompañan el proceso, llega un punto que el sector externo se desequilibra y la economía choca contra lo que se conoce como restricción externa. Un obstáculo que puede ser superado con financiamiento externo sólo de manera transitoria.
El paquete de reformas ya anunciadas o conocidas extraoficialmente tiene varios objetivos claros:
* La reforma laboral se presenta como un intento de promover la creación de empleo, por más que la experiencia de iniciativas similares induce a dudar de su eficacia;
* El generosísimo esquema de blanqueo laboral busca que empresarios regularicen empleo en negro;
* Los aumentos de tarifas con el consecuente recorte de subsidios, y otras medidas de austeridad, apuntan a reducir el déficit fiscal, lo mismo que el cambio en la fórmula de ajuste de jubilaciones y de la AUH en perjuicio de los beneficiarios;
* El tibio proyecto de reforma impositiva alivia de manera escalonada el costo laboral no salarial, estimula la no distribución de utilidades, y aporta una minúscula dosis de progresividad al gravar la renta financiera por un monto que el Gobierno estima en nada más que 20.000 millones de pesos anuales (el equivalente a poco más del 0,5% de la recaudación total), pero sin aumentar la presión sobre la clase media-alta y la alta ni con incrementos en la alícuota de Ganancias, ni con impuestos al patrimonio o a la herencia;
* Por último, no es de descartar que todo el paquete compatibilice con la meta de bajar algunos puntos la inflación.
Pero no hay prácticamente nada orientado directamente a aumentar las exportaciones que, según Macri, son condición necesaria para reducir la pobreza.
La ausencia tiene dos explicaciones. Una es que Nicolás Dujovne y su equipo entienden que la causalidad no va de las exportaciones al crecimiento sino a la inversa. "Las exportaciones van a crecer cuando la economía crezca, y la economía va a crecer por aumentos en la productividad, que es lo que estamos buscando con las reformas y con todo el plan de mejora en la infraestructura productiva", explicó un funcionario muy cercano al ministro. Recalcó que "las exportaciones van a aumentar por derrame de una mayor productividad, y a eso apostamos con los acuerdos sectoriales que estamos impulsando".
La otra explicación a la ausencia de medidas directas a favor de exportaciones es una combinación entre la escasez de instrumentos y los criterios ideológicos dominantes. La prioridad antiinflacionaria inhabilita el uso del tipo de cambio como herramienta, y la estrechez fiscal el uso de beneficios promocionales.
La debilidad de las exportaciones en particular y el desequilibrio del sector externo en general obligan a una interpretación distinta a la que comúnmente se hace acerca de la función que cumple el endeudamiento. El Gobierno, y no sólo el Gobierno, sostiene que es imprescindible achicar el déficit fiscal porque el país no puede mantener por mucho tiempo más este nivel de endeudamiento para financiar el rojo presupuestario.
¿Pero qué pasaría si el déficit fiscal se esfumara de un día para el otro? ¿Qué pasaría si, por ejemplo, la evasión desapareciera por arte de magia y eso equilibrara las cuentas?
El Estado no tendría necesidad de tomar deuda para cerrar sus cuentas fiscales pero la economía seguiría necesitando de dólares prestados para cerrar sus cuentas externas.
Sin esa deuda no habría manera de crecer y el tipo de cambio pegaría un salto. Todavía hay margen para que la deuda funcione como candado. Pero, como dijo Macri, si el país no mejora rápidamente sus exportaciones, no habrá crecimiento sostenido ni caída en los obscenos niveles de pobreza.
Fuente: Infobae
Sábado, 4 de noviembre de 2017
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